La familia Anglés mantuvo contacto con Fernando García, padre de una de las niñas asesinadas en Alcàsser, y le ayudó en su negocio de colchones
Han pasado casi treinta y tres años desde la noche del 13 de noviembre de 1992, cuando Miriam García, Toñi Gómez y Desirée Hernández desaparecieron tras hacer autostop camino de la discoteca Coloor, en Picassent.

Durante 75 días, España entera siguió su búsqueda.
Cuando sus cuerpos fueron hallados en una fosa de La Romana, el caso se convirtió en una herida colectiva.
También en un espejo incómodo del país y de sus medios de comunicación.
El crimen de Alcàsser marcó un antes y un después en la forma de cubrir la tragedia.
Los padres, sobrepasados por el dolor y por el foco mediático, se vieron convertidos en personajes públicos sin haberlo pedido.
Seis personas adultas posan al aire libre sosteniendo carteles con fotos de tres jóvenes desaparecidas y mensajes de ayuda en varios idiomas, mostrando expresiones serias y de preocupación.

Las tres familias sujetando el cartel de búsqueda del caso Alcàsser.
Treinta y tres años después, la sociedad recuerda sus rostros y sus nombres, pero pocos saben qué fue de ellos.
Algunos han muerto. Otros sobreviven con el peso del recuerdo.
Hoy las familias siguen representando distintos modos de convivir con el dolor. Algunas eligieron la exposición.
Otras, el silencio. Todas siguen siendo parte de una historia que España nunca ha olvidado.
La familia de Miriam García Iborra
Miriam tenía 14 años cuando fue asesinada.
Era hija de Fernando García y Matilde Iborra, vecinos de Alcàsser.
De las tres familias, la suya fue la que más se expuso públicamente tras el crimen.
Matilde Iborra murió el 6 de febrero de 1998, con 45 años, en el Hospital La Fe de Valencia. La noticia la comunicó su esposo.
La enterraron en el cementerio de Alcàsser, junto a su hija.
Su muerte se atribuyó al desgaste físico y emocional de los años posteriores a la tragedia.
Fernando García lo contó más tarde con serenidad: “No pudo soportarlo”.
Tres personas sentadas en un set de televisión mientras una mujer sostiene un micrófono hacia otra persona que está en el centro
Los padres de Miriam en una entrevista el día que se encontraron los cuerpos.
El padre de Miriam, Fernando García, se convirtió en una figura pública.
Durante los años noventa participó en programas de televisión, denunció fallos en la investigación y defendió, junto al periodista Juan Ignacio Blanco, una teoría alternativa sobre el crimen.
Esa búsqueda de respuestas lo llevó a enfrentarse con los investigadores y con otras familias.
También a ser condenado por injurias.
Con el paso del tiempo, García se alejó de los medios.
Ha concedido algunas entrevistas esporádicas, sobre todo, en aniversarios o ante nuevas informaciones.
En 2020, cuando se hallaron restos óseos en La Romana, volvió a hablar.
Dijo que alguien había depositado allí huesos de su hija. La Guardia Civil lo negó. Hoy vive apartado de la exposición mediática.
Reside en la Comunidad Valenciana y conserva un discurso más sereno, centrado en la memoria de Miriam y en la dignidad de las víctimas.
Recientemente, durante su entrevista en exclusiva con elcierredigital.com, Mauricio Anglés, hermano del fugado Antonio Anglés, reconoció haber mantenido el contacto con Fernando García.
“Después de haber salido en el programa del Missisipi mantuve relación con Fernando, el padre de Miriam.
Montaron una tienda de colchones frente a mi casa y mi familia y yo comprábamos ahí los colchones”.
La familia de Desirée Hernández Folch
Desirée también tenía 14 años. Sus padres, Vicente Hernández y Rosa Folch, reaccionaron de forma opuesta a la familia García.
Eligieron la discreción.
Vicente Hernández murió en 1994, apenas dos años después del hallazgo de los cuerpos.
Rosa Folch, en cambio, ha sobrevivido a todos los capítulos del caso.
Desde el principio optó por el silencio y por proteger la memoria de su hija. Fue una decisión consciente.
No participó en tertulias ni en programas de televisión y marcó distancia con las teorías conspirativas que circularon durante años.
Cartel de búsqueda con las fotos de tres jóvenes desaparecidas en Alcàsser, Valencia, junto a sus nombres, datos personales y teléfonos de contacto para información.
Cartel de búsqueda del caso Alcàsser.
En 2013, con la excarcelación de Miguel Ricart, Rosa habló brevemente ante los medios.
Dijo que no sentía alivio ni venganza, solo cansancio. “A nadie le devuelven a su hija”, expresó.
Desde entonces, sus apariciones públicas han sido contadas.
Vive retirada y mantiene una vida tranquila, dedicada a su entorno y al recuerdo íntimo de Desirée.
Folch también fue la más activa en la defensa de los límites éticos.
En su día consiguió impedir la inscripción de una fundación con el nombre de las tres niñas.
Argumentó que ningún colectivo debía apropiarse de su memoria.
También actuó legalmente para frenar la difusión de imágenes forenses en un libro sobre el caso.
Lo logró. Siempre desde una posición discreta, sin cámaras ni discursos. Hoy, Rosa Folch es el símbolo del silencio elegido. No del olvido.
La familia de Antonia “Toñi” Gómez Rodríguez
Toñi tenía 15 años. Sus padres fueron los más reservados desde el primer momento.
Evitaron entrevistas y rechazaron cualquier protagonismo mediático. Su entorno describe su actitud como digna y prudente.
En 2013, cuando la aplicación de la doctrina Parot permitió la salida de prisión de Miguel Ricart, el padre de Toñi, Fernando Gómez, habló con ABC y con laSexta.
Dijo que ver libre al único condenado era “una segunda condena para las familias”. Después volvió al silencio.
Desde entonces no se le conoce ninguna declaración pública.
Los Gómez continúan viviendo en la Comunidad Valenciana, alejados del foco. Han preservado su intimidad.
Su nombre casi nunca aparece en los aniversarios del caso, pero en Alcàsser se los respeta como parte del relato común.
Tres duelos, tres caminos
Cada familia vivió el horror a su manera. Las tres perdieron lo mismo y aprendieron a sobrevivir con ello.
Alcàsser, el pueblo entero, también aprendió.
Cada cierto tiempo, el caso vuelve a ocupar titulares. En 2019, por el hallazgo de restos óseos en La Romana.
En 2022, por el estreno de la película 75 días, del director Marc Romero.
Ahora, por las declaraciones de Mauricio Anglés, hermano del fugitivo. Cada vez que eso ocurre, las familias reviven el dolor.
Grupo de personas sosteniendo carteles con fotos de personas desaparecidas y mensajes en varios idiomas pidiendo ayuda para encontrarlas
Movilización por el caso Alcàsser en 1992.
Rosa Folch lo resumió de forma sencilla: “Cuando alguien habla del caso, nos vuelven a llamar.
Y eso duele. No hay aniversario que cure”. Esa frase explica la posición actual de los padres que siguen vivos: la de querer vivir sin que el pasado les sea recordado constantemente.
Fernando García mantiene un perfil bajo.
Ha dejado atrás la confrontación, aunque sigue convencido de que el caso no se resolvió por completo.
Vive en Valencia y conserva contacto con antiguos vecinos de Alcàsser.
Rosa Folch, por su parte, reside también en la Comunidad Valenciana.
Se la ve poco por Alcàsser, aunque mantiene el vínculo emocional con el lugar donde creció su hija. A veces acude al cementerio. Otras, prefiere guardar el recuerdo en casa.
Fernando Gómez y su esposa continúan en su entorno habitual.
Han envejecido lejos de cámaras y micrófonos, fieles a su decisión de proteger la intimidad familiar.