Durante años fue conocido como el rey del tomate extremeño 🍅, símbolo de éxito y poder en el campo español. Pero detrás del imperio Conesa, hay una historia que pocos se atreven a contar. Manuel Vázquez Gimón levantó un negocio millonario desde la nada… y también un muro de silencio a su alrededor. Contratos opacos, alianzas inesperadas y una fortuna que creció demasiado rápido. ¿Cuál es la verdadera cara del hombre que convirtió el tomate en oro?

El empresario de 86 años domina la compañía líder en Europa en Transformado de Tomate, que fundó en 1976 en las Vegas Bajas del Guadiana

Por décadas, el nombre de Manuel Vázquez Gimón ha sido sinónimo de progreso en la comarca de las Vegas Bajas del Guadiana, en Badajoz.

Fundador del grupo Conesa (Conservas Vegetales de Extremadura), levantó en pleno campo extremeño un emporio industrial en 1976 que hoy lidera la producción mundial de tomate en polvo.

A lo largo de casi medio siglo de trayectoria, su figura combina el perfil discreto del empresario local que rehúye de los focos con la influencia determinante de quien transformó una región tradicionalmente agrícola en un polo agroindustrial de referencia internacional.

Vázquez Gimón, profesor mercantil de formación que cuenta con 84 años, fundó Conesa el 1 de abril de 1976 junto a su exmujer Rosa Calleja, Rafael Carranza y Luciano Pérez de Acevedo, en una zona privilegiada por su abundancia de agua y sol.

Su visión, explican los que le conocieron dando sus primeros pasos, le permitió convertir una pequeña conservera en un grupo global presente en 81 países, con once fábricas repartidas entre España, Portugal, China y Estados Unidos, y una capacidad de procesado que supera 1,4 millones de toneladas de tomate fresco por campaña.

Bajo su impulso, la empresa llegó a acaparar el 70% del tomate transformado en Extremadura, región que concentra tres cuartas partes de la producción nacional.

Con el paso de los años, el grupo creció mediante adquisiciones estratégicas, como las de Tomix, Agro Conserveros y Agraz, consolidando su liderazgo y diversificando su producción hacia otros alimentos procesados.

Su éxito le valió a Vázquez Gimón un lugar destacado entre las grandes fortunas del país, con una estimación de 100 millones de euros, según Forbes.

Las sombras de Manuel Vázquez Gimón

Sin embargo, esa historia de éxito empresarial ha convivido con una narrativa crítica. En 2021, el órgano de expresión del Partido Comunista de España, Mundo Obrero, publicó un artículo particularmente duro.

En él denunciaba lo que calificaba como “las prácticas monopolistas del Grupo Conesa” en la compra del tomate a los agricultores.

El texto se enmarcaba en un contexto de movilizaciones campesinas en Extremadura y advertía que “el tomate fresco para industria se pagó en España al precio más bajo de la Unión Europea”, situándose en torno a quince euros por tonelada, un nivel que, según los sindicatos agrarios, no permitía cubrir los costes de producción.

Mundo Obrero señalaba directamente al grupo fundado por Vázquez Gimón como responsable de una “posición de dominio” que “imponía precios de miseria al pequeño campesinado”, contribuyendo, según esta visión, al empobrecimiento del sector primario en la región.

La publicación comunista no escatimaba en calificativos. Bajo el título provocador  “Cómo hacer salsa de tomate con la sangre de los campesinos”, acusaba a Conesa de “abusar de su poder de mercado” y de “beneficiarse del sudor y el sufrimiento de los agricultores más humildes”.

También recordaba un episodio judicial de hace dos décadas que ensombreció la trayectoria del grupo: la Operación Tomba.

Aquella investigación, desarrollada por la Guardia Civil en 2003, desmanteló una red de fraude en las subvenciones comunitarias al concentrado de tomate en Badajoz.

Según las diligencias, la trama habría defraudado más de 27 millones de euros entre 1997 y 2000 mediante el pago a los agricultores de precios inferiores a los mínimos fijados por Bruselas, encubiertos con recibos falsos.

Entre las empresas investigadas figuraba Conesa, si bien la causa nunca derivó en una condena firme contra Vázquez Gimón.

Mundo Obrero relacionaba aquel episodio con una supuesta “connivencia” entre empresarios y poder político regional, entonces en manos del PSOE.

En su análisis, los vínculos históricos entre el sector conservero y los gobiernos socialistas de Extremadura habrían favorecido “un entramado clientelar” que permitió el crecimiento de grandes grupos industriales en detrimento del campesinado.

Para el PCE, el modelo instaurado en el campo extremeño reproduce las lógicas del capitalismo más concentrado: contratos firmados en condiciones de desigualdad, precios impuestos por las fábricas y márgenes cada vez más estrechos para el productor.

En palabras de Mundo Obrero, “la soga que aprieta el cuello de cientos de pequeños agricultores es la misma que se tejió hace cuarenta años durante las guerras del tomate”.

Estas ‘guerras del tomate’ a las que se refiere el artículo evocan las protestas de los años setenta, cuando agricultores de las Vegas Bajas cortaron carreteras vertiendo tomates sobre el asfalto en señal de desesperación.

No obstante, la figura de  Manuel Vázquez Gimón  despierta respeto en parte de la sociedad extremeña.

En 2019 el diario Hoy lo distinguió con un reconocimiento por su trayectoria, ocasión en la que el empresario declaró: “He trabajado mucho, supongo, he hecho muchos esfuerzos para generar riqueza para la región y con nuestra actividad se generan cada año muchos puestos de trabajo.

Me considero debidamente recompensado por el cariño de mis paisanos”.

En la misma entrevista, el fundador de Conesa, que ha cedido la gestión diaria a sus hijos Manuel, Rogelio y Rafael Vázquez, añadía: “Realmente soy el presidente del grupo y aporto mis conocimientos, ya escasos, al buen funcionamiento del mismo.

Lo cierto es que me voy tranquilo para casa dejando la gestión en manos de la nueva generación”.

A sus más de ochenta años, retirado de la vida pública, Vázquez Gimón conserva el perfil del empresario clásico que cree en el trabajo y la discreción.

En 2016, cuando concedió su primera entrevista, reconocía que había evitado aparecer en público  “porque en España somos envidiosos y las empresas de éxito despiertan recelos”.

Hoy, el legado de Manuel Vázquez Gimón se percibe con una doble mirada.

Para unos, es el ejemplo del emprendedor que transformó un territorio rural en un motor exportador; para otros, el símbolo de un modelo económico que ha concentrado el poder en pocas manos (y muy ásperas).

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