El romance terminó hace tiempo… pero ahora las cartas podrían reabrir la herida. 💌 Isabel Preysler vuelve al centro del huracán tras la difusión de las misivas privadas de Mario Vargas Llosa —y lo que revelan va mucho más allá del amor. Varios juristas advierten que su publicación podría ser ilegal, pero lo que realmente inquieta a su entorno es quién filtró los documentos… y con qué propósito. ¿Venganza, redención o simple vanidad literaria?

La socialité Isabel Preysler ha sido señalada tras hacer públicas unas cartas del escritor fallecido en su libro ‘Mi verdadera historia’

La conocida como ‘reina de corazones’ vuelve a estar en el foco de la polémica.

Este miércoles 22 de octubre, Isabel Preysler presentaba en Madrid su libro de memorias ‘Mi verdadera historia’ (Espasa).

Entre otros detalles, en su autobiografía la socialité filipina habla de sus relaciones amorosas, incluida la última con el escritor Mario Vargas Llosa.

El motivo de la polémica alrededor de este libro es la publicación de las cartas que el fallecido escritor dirigió a Isabel Preysler.

De hecho, han sido muchas las críticas que ha generado esta acción en el sector jurídico.
Isabel Preysler en la presentación de su libro ‘Mi verdadera historia’.Para muchos expertos del Derecho, la publicación de las cartas íntimas que Mario Vargas Llosa escribió a Isabel Preysler plantea una cuestión de fondo.

¿Puede alguien lucrarse con la divulgación de correspondencia privada sin vulnerar derechos fundamentales?

En la presentación de su libro, Isabel Preysler aclaraba el motivo por el que sacó a la luz las cartas de Mario Vargas Llosa: “Las cartas son mías y yo puedo publicarlas, y solamente he expresado lo que su entorno ha dicho de que él no era feliz.

Y entonces yo quería demostrar que eso no era verdad. Él era feliz y yo también lo era, y entonces publiqué las cartas para demostrar que era feliz, y simplemente eso.

Y el resto de lo que yo escribo son nada más que correcciones de cosas falsas que se han dicho y no hago más.

Así es que no creo que pueda molestar absolutamente a nadie”.

El límite legal de la publicación de las cartas de Vargas Llosa

A pesar de las explicaciones de Isabel Preysler, los académicos del Derecho no se muestran convencidos de que su gesto sea legítimo.

Señalan que, desde una perspectiva jurídica, el artículo 18 de la Constitución Española protege el derecho a la intimidad personal y familiar y el secreto de las comunicaciones.

La Ley Orgánica 1/1982, según ellos, refuerza esta protección.

Por tanto, se considera ilegítima la divulgación de contenidos privados sin consentimiento, especialmente si afectan al honor, la intimidad o la propia imagen del afectado.

A ello se suma la Ley de Propiedad Intelectual (Real Decreto Legislativo 1/1996).

Esta reconoce como objeto de protección las creaciones originales literarias. Entre ellas, los epistolarios, siempre que tengan un mínimo de originalidad.

El contenido de una carta pertenece al autor, no al destinatario, aunque este posea el soporte físico.

Por tanto, la publicación de cartas privadas requiere autorización del autor o, en caso de fallecimiento, de sus herederos. Especialmente si se realiza con fines comerciales.

Los derechos patrimoniales permiten al autor —o a sus herederos— explotar económicamente la obra, lo que incluye la reproducción, distribución y comunicación pública. Estos derechos duran 70 años tras la muerte del autor.

Publicar cartas íntimas sin autorización y, además, obtener lucro de ello, puede constituir una infracción de derechos de autor.

Además de que puede significar una intromisión ilegítima en la intimidad.

Desde una perspectiva ética, la correspondencia amorosa pertenece al terreno de lo confidencial.

Convertirla en espectáculo editorial, incluso con la intención de defender una imagen pública, puede vulnerar la dignidad del otro, especialmente si ya no puede defenderse por haber fallecido.

Un precedente histórico ilustra bien esta tensión entre intimidad, propiedad y divulgación: las cartas entre Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán.

De tono apasionado y sensual, estas cartas fueron durante décadas guardadas con discreción por Pardo Bazán.

La novelista nunca las publicó en vida.

Las que ella escribió a Galdós fueron editadas bajo el título Miquiño mío.

Pero las que él le escribió a ella duermen aún en el cajón de un coleccionista privado, que las conserva y probablemente las divulgará en su momento.

Este caso muestra cómo incluso entre figuras públicas y literarias, la correspondencia íntima fue tratada con respeto y su publicación ha sido objeto de debate ético y legal.

Teniendo en cuenta casos como el expuesto, similar al de Preysler y Vargas Llosa, los juristas concluyen que “con la intimidad no se negocia. Se respeta.

Y los derechos de autor también”.

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