En el interior de la cripta de la catedral madrileña, además de la familia Franco, descansan los restos de la reina Mercedes de Orleans entre :format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F105%2F1ba%2F7fa%2F1051ba7fab4091b153fc33de81bc36a7.jpg)
La cripta de la Almudena es uno de los escenarios más enigmáticos y rumorosos de Madrid.
Este espacio está envuelto en historias de poder, secretos e influencias, que conectan desde la alta jerarquía eclesiástica hasta sombras del franquismo.
La cripta fue mandada construir por la reina regente María de las Mercedes de Orleans, esposa de Alfonso XII, en 1883, como primera fase de la futura catedral de Madrid, que se demoraría casi un siglo en culminar.
Allí descansan ahora los restos de la monarca.
El arquitecto Francisco de Cubas diseñó la cripta para albergar a las élites de la capital, materializando el sueño regio de tener una gran catedral en Madrid.
Allí también permanecen las tumbas de varios miembros de la nobleza española.
Tales como los condes de Santa María de Sisla y marqueses de San Juan.
Fachada principal de la Catedral de la Almudena en Madrid al atardecer con una plaza amplia y vacía en primer plano

La catedral de La Almudena esconde tras sus muro tumbas de la nobleza.
El terreno donde se asienta la cripta, en el número 90 de la calle Mayor, fue cedido por el Ayuntamiento de Madrid, en acuerdo con la Casa Real, para erigir la anhelada catedral.
Esta ocupa un espacio estratégico junto al Palacio Real y Plaza de la Armería.
La decisión estuvo marcada por intereses simbólicos y políticos, asegurándose de que las familias nobles y reales tuvieran su última morada en el corazón institucional de la villa y corte.
En definitiva, detrás de la Almudena descansan no sólo restos, sino una compleja red de influencias entre la Iglesia, el franquismo y la nobleza.
Todo en un espacio consagrado que mantiene latente la sombra del Vaticano y los tumultos de la historia española.
Tumbas de mármol en el interior de una catedral iluminadas por luces tenues con flores colocadas sobre las lápidas
La cripta de la Catedral de la Almudena mantiene una conexión histórica con la Santa Sede debido a su función como templo mayor de la diócesis madrileña.
También por albergar restos de aristócratas, personalidades eclesiásticas y benefactores cercanos al poder Vaticano.
La catedral se consagró por el propio Papa Juan Pablo II en 1993, reforzando esos lazos simbólicos entre Madrid y Roma.
Muchos sacerdotes y prelados que descansan en la cripta han mantenido relaciones directas con el Vaticano por su posición jerárquica.
Bajo las 558 columnas de su estilo neorrománico reposan los cuerpos de prominentes familias aristocráticas, eclesiásticas y mecenas de la villa, entre ellos marqueses, condes, militares y grandes industriales del siglo XIX y XX.
El recinto alberga más de mil nichos privados, algunos aún en propiedad de linajes históricos.
También están enterrados religiosos, obispos y sacerdotes de importancia en la vida madrileña.
La historia funeraria del clan Franco en la Almudena tiene raíces más profundas de lo que parece.
Fue Carmen Franco Polo, única hija del dictador, quien adquirió la sepultura familiar en 1987, pagando cinco millones de pesetas, unos 30.000 euros de la época, según los archivos del Arzobispado.
La concesión se hizo “a perpetuidad”, como las que en su día se otorgaban a los benefactores que contribuían al mantenimiento del templo.
El nicho, ubicado junto al Altar Mayor, fue concebido como panteón familiar y puede albergar hasta seis cuerpos, un espacio privilegiado reservado solo a quienes pudieron costear el honor de reposar bajo el corazón espiritual de Madrid.
Interior de una iglesia con un crucifijo en primer plano, vitrales de colores y frescos religiosos en las paredes y techo decorado con patrones vibrantes
Allí reposan los restos del marqués de Villaverde, Cristóbal Martínez-Bordiú, enterrado en 1998, y las cenizas de Carmen Franco Polo, depositadas en 2017 tras su fallecimiento.
La sepultura, custodiada por la familia, se adornaba cada día con flores frescas en los tonos de la bandera española, un gesto que algunos interpretan como devoción íntima, y otros, como acto de memoria simbólica. Los nietos del dictador han mantenido el enclave como herencia y refugio familiar, incluso reservando el lugar para futuros enterramientos del linaje.
La saga funeraria, iniciada con el entierro del marqués de Villaverde, se avivó en 2017 con la muerte de Carmen Franco.
Estuvo rodeada de controversia por el plan de la familia de transformar la cripta en un nuevo altar franquista en caso de exhumación del dictador. Se generaron amenazas de peregrinaje de nostálgicos y fuerte oposición del Gobierno por el peligro de convertir el centro de Madrid en el epicentro de vigilias ultras.
El dictador yace junto a su mujer en Mingorrubio, aunque el clan familiar tiene reservados dos nichos extra para cuando la historia decida escribir su último capítulo necrológico.
La posibilidad de que el dictador fuese trasladado desde el Valle de los Caídos a este lugar provocó una tormenta política y diplomática sin precedentes.
En 2018, el Gobierno de Pedro Sánchez presionó a la Iglesia para que mediara, temeroso de que la Almudena se transformara en un nuevo mausoleo franquista.
El cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, expresó su incomodidad, pero admitió que no podía impedir la inhumación, al tratarse de un espacio privado con uso funerario legal.
En Roma, la vicepresidenta Carmen Calvo se reunió con el cardenal Pietro Parolin, número dos del Vaticano, para buscar una solución de consenso que evitara situar el legado de Franco bajo las bóvedas del templo más simbólico de la capital.
Pero la historia de los Franco en la Almudena no termina aquí.
La familia, que ya había adquirido la cripta en 1987, desembolsó una suma que algunos cifran en 150.000 euros.
Y reservó otros dos nichos libres para futuras incorporaciones.
Allí pretendían llevar a Francisco Franco si su momia era finalmente desalojada del Valle de los Caídos.
Lápida de mármol blanco con inscripciones en letras negras y dos ramos de flores, una orquídea y un ramo de rosas, colocados sobre la tumba
Tumba de Cristóbal Martínez – Bordiú y Carmen Franco en la cripta de la Almudena.
La sepultura de los Franco, situada a escasos metros del Palacio Real y la Plaza de Oriente, representa el último vínculo entre el poder terrenal y el poder divino que marcó la historia reciente de España.
Paradójicamente, de haber sido exhumado, el dictador habría quedado más cerca del corazón político y monárquico de Madrid que nunca.
Este enclave, rodeado de capillas donde descansan nobles, banqueros y eclesiásticos, consolida la cripta como un cementerio de las élites, donde la memoria de una era sigue latiendo bajo la piedra.
Así, la cripta de la Almudena se ha convertido en un escenario de novela negra, donde la nobleza y el poder se mezclan entre sombras, turistas y flores eternas.
Varios nietos y familiares directos del dictador poseen sepulturas privadas en la cripta de la Almudena, lejos del foco público del Valle de los Caídos.