La tarde del jueves estalló lo inevitable… Cristina levantó la voz, Felipe no cedió ni un paso. Las paredes de Zarzuela temblaron: hermanos enfrentados, heridas antiguas reabiertas. Dicen que los Urdangarin fueron la chispa, pero el fuego venía de lejos. Ahora, ni llamadas, ni gestos, ni perdón. ¿Ha muerto el vínculo de sangre… o solo están esperando el golpe final?(hh)-news

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