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UNA CIUDAD EN LLAMAS MEDIÁTICAS
Melilla, una ciudad generalmente asociada con tensiones fronterizas, escenarios geopolíticos complejos y disputas históricas, se ha convertido esta semana en el epicentro de un terremoto político-mediático inesperado. Lo que comenzó como un simple expediente administrativo sobre irregularidades en la licencia de un local de ocio —“El Cielo”— terminó estallando en un escándalo nacional cuando el presentador Kiko Hernández, figura televisiva conocida y polémica perenne, denunció entre lágrimas estar recibiendo amenazas “gravísimas”, supuestamente vinculadas a “amigos del PP y Vox” en la ciudad.
Al mismo tiempo, el Ayuntamiento de Melilla publicó un comunicado oficial aclarando la clausura del local y detallando irregularidades administrativas que, según la versión institucional, son “objetivas y perfectamente documentadas”. En paralelo, las redes sociales convirtieron el caso en un campo de batalla narrativo: unos ven una conspiración política; otros, un simple caso de incumplimiento de la normativa municipal.
Lo cierto es que este episodio —entre lágrimas, política, licencias caducadas, acusaciones cruzadas y teorías de conspiración— revela mucho más que un conflicto administrativo. Habla de una ciudad partida, de la fragilidad del debate público y del modo en que un relato emocional puede incendiar todo un marco institucional.
I. UNA LICENCIA QUE NO ERA UNA LICENCIA: EL INFORME QUE LO DINAMITÓ TODO
La primera pieza del dominó cayó con una información publicada en El Faro de Melilla: la licencia del local gestionado por Fran Antón y Kiko Hernández no es válida para la actividad que están realizando.
Según el expediente oficial, la licencia de 2013 pertenece a la empresa Berdolfo SL y autoriza únicamente la explotación del local como sala de bingo, máquinas recreativas y cafetería grupo 3. Nada que ver con lo que hoy funciona como sala de fiestas, eventos y ocio nocturno.
La normativa municipal es clara:
—La licencia debe estar a nombre de la empresa que explota el negocio.
—La actividad autorizada debe coincidir con la actividad real del establecimiento.
En otras palabras: aunque un local haya tenido licencia en el pasado, el nuevo propietario debe tramitar la suya propia. Esto no es opinable ni interpretable: es la base jurídica de cualquier establecimiento de pública concurrencia.
Este informe, frío y burocrático, se convertiría en el detonante emocional de una tormenta política.
II. EL MOMENTO TELEVISIVO: LLANTO, MIEDO, AMENAZAS Y UNA LLAMADA QUE ENCENDIÓ ESPAÑA
Cuando Kiko Hernández llamó en directo al programa No Somos Nadie, su voz quebrada, entre sollozos, convirtió un expediente administrativo en una tragedia política.
“Estoy recibiendo amenazas de muerte”, dijo.
“Dicen que tardan un minuto en mandar a un musulmán de la frontera para rajarme y volver sin que nadie lo pille.”
La frase fue un cóctel inflamable:
—Melilla
—frontera
—musulmanes
—violencia
—impunidad
—y una amenaza no mostrada públicamente
Los colaboradores intentaron mantener la calma, pero pronto la conversación derivó en una teoría —sugerida por algunos tertulianos— según la cual el PP local “estaría presionando” por la relevancia mediática de Kiko.
Era la tormenta perfecta: un lloroso protagonista televisivo, una mezcla de miedo, política y victimismo, y un público predispuesto a creer en complots.
Pero aquí empieza la tensión narrativa:
¿Qué parte es verdad documentada y qué parte es relato emocional?
III. EL AYUNTAMIENTO DE MELILLA RESPONDE: “NO ES UNA CONSPIRACIÓN, ES UNA INFRACCIÓN”

Mientras la televisión ardía, el Ayuntamiento emitió un comunicado que, en cualquier otro contexto, habría sido un trámite menor. Pero publicado justo después del momento televisivo, sonó a desmentido directo.
El comunicado explica:
Que la licencia presentada no es válida.
Que ni el titular ni la actividad coinciden con la normativa.
Que la clausura se realizó siguiendo los procedimientos legales.
Que no existe motivación política de ningún tipo.
La institución remarcó:
“Cualquier establecimiento de pública concurrencia debe estar regularizado y ajustado a la normativa vigente.”
En otras palabras: nadie ha ido “a por Kiko”.
Se ha actuado como se actúa con cualquier local sin licencia adecuada.
Pero en la esfera mediática la versión oficial ya no tenía fuerza: el llanto había vencido al documento administrativo.
IV. EL GIRO POLÍTICO: VOCES QUE APUNTAN A VOX Y PP — ¿REALIDAD O NARRATIVA?

El momento más polémico llegó cuando un colaborador insinuó que “a ciertos partidos no les interesa que una persona mediática investigue Melilla”.
La frase, pensada o improvisada, alimentó una idea explosiva:
que esto podría ser una venganza política por colaboraciones pasadas de Kiko con otras formaciones.
Desde sectores cercanos a Vox y PP surgieron respuestas inmediatas:
—“patrañas”,
—“victimismo mediático”,
—“un intento de ocultar que no tenían licencia”.
Pero la duda ya estaba sembrada.
Y en política, la duda es dinamita.
V. EL FACTOR REDES: LA HISTORIA SE MULTIPLICA, DEFORMA Y SE EMBELLECE
La conversación se convirtió en tendencia nacional en menos de una hora.
TikTok la transformó en clips dramáticos,
Twitter en un campo de batalla ideológico,
Instagram en un festival de indignación moral y memes.
Nadie hablaba del informe municipal.
Todos hablaban de:
—conspiraciones,
—amenazas,
—Ayuso,
—Vox,
—la frontera,
—los “musulmanes de un minuto”,
—y la supuesta persecución política.
La emoción ganó por goleada.
VI. PERIODISMO FRENTE A RELATO: LO QUE SE SABE, LO QUE NO SE SABE Y LO QUE SE IMAGINA
Para separar hechos de narrativas:
Se sabe (documentado):
—La licencia no es válida.
—El Ayuntamiento actuó según normativa.
—La actividad del local no coincide con la autorización de 2013.
—No consta denuncia policial por amenazas (hasta la fecha).
No se sabe (no documentado):
—Quién envió los supuestos mensajes de amenaza.
—Por qué no se han mostrado públicamente.
—Si realmente existe presión de algún partido político.
Lo que se imagina (relato emocional):
—Una conspiración política orquestada desde la derecha.
—Una persecución mediática contra Kiko por ser “referente”.
—Una supuesta guerra sucia en Melilla.
VII. LA TRAGEDIA PERSONAL: ENTRE VÍCTIMA REAL Y VÍCTIMA NARRATIVA
Kiko Hernández habló de su marido y sus hijas, de miedo, de sentirse acorralado.
Aquí surge una cuestión humana:
¿Deben desestimarse las lágrimas por no tener papeles en regla?
No. La emoción es real, aunque la causa sea discutible.
Pero también existe otra pregunta:
¿Deben aceptarse acusaciones políticas sin pruebas por el simple hecho de estar soñadas desde el dolor?
Tampoco.
VIII. EL FINAL ABIERTO: UNA HISTORIA QUE SIGUE ARDIENDO
Melilla no habla de otra cosa.
España tampoco.
Lo que comenzó como un asunto administrativo se ha convertido en un relato total:
—humano,
—político,
—emocional,
—institucional,
—mediático.
Un espejo perfecto del país:
las instituciones diciendo una cosa,
los famosos llorando otra,
los partidos defendiéndose,
las redes incendiándose,
y la población sin saber qué creer.
El caso seguirá evolucionando.
Pero ya ha dejado una enseñanza:
en España, una licencia municipal puede generar más fuego que una moción de censura.
🔚 CIERRE
Esta historia, mezcla de hechos, emociones y sospechas, muestra cómo la política, los medios y la opinión pública pueden convertir un expediente administrativo en una tragedia nacional. Melilla arde, no solo por un local clausurado, sino por un país incapaz de separar el documento de la lágrima.