La princesa Leonor, impecable e ilusionada, estrena uniforme en el desfile del 12 de octubre entre susurros y risas con Felipe VI.
La sonrisa de la princesa Leonor a lo largo del desfile ha confirmado la forma diferente en la que vive el desfile de las Fuerzas Armadas desde hace unos años.
El 12 de octubre de 2025 ha dejado claro que la nueva generación de la Familia Real ya no es el futuro: es el presente.
La princesa Leonor, a punto de cumplir 20 años, ha dejado de ser la adolescente discreta que acompañaba a sus padres y se ha convertido en una figura sólida, visible y plenamente consciente del papel que desempeña en la Corona.
El desfile de las Fuerzas Armadas está marcado en rojo en el calendario de la Casa Real y este año, además, hemos recuperado esa gran foto de familia que tanto echábamos de menos.
Y es que hacía cuatro años que no veíamos a los reyes y sus dos hijas en la tribuna.
Con permiso de Felipe VI, doña Letizia y la infanta Sofía, a su llegada a la plaza de Cánovas del Castillo todos los focos se han centrado en la princesa Leonor que, tal y como era de esperar, ha lucido regia e impecable el uniforme de gala de la Academia General del Aire.
El Rey es consciente de ello y le cede el foco, pero sin soltar las riendas, y doña Letizia ya no oculta el orgullo que le provoca ser esa pieza clave en el desarrollo de Leonor y Sofía.
Una familia sincronizada.
El Rey volvió a ejercer de anfitrión institucional, pero a su lado derecho, muy serena, ha estado su hija mayor.
Por tercer año consecutivo, la heredera ha ocupado ese lugar protagonista que le implica formar parte del Ejército de Tierra, Mar y Aire.
Y ha dejado atrás los nervios en favor de una maravillosa naturalidad. Ya no se trata de “preparar” a la heredera, sino de mostrar que esa preparación está en marcha y da resultados.
De cerca, sin perder ni un detalle de lo que acontecía a su alrededor, la reina Letizia y la infanta Sofía. Madre e hija, muy cómplices, aportaron ese toque de frescura como equilibro a la solemnidad de la jornada.
El posado familiar después de cuatro años era lo más esperado. Perfectamente coordinados, lo que antes podía parecer un gesto ensayado ahora suena más natural.
La familia funciona como equipo, y Leonor y Sofía ya no son las “niñas de las trenzas” sino dos mujeres con identidad propia.
El uniforme elegido por Leonor.
A diferencia del año pasado en el que un aguacero deslució el desfile, el sol ha brillado permitiendo a los militares y, por supuesto, a los miembros de la Familia Real lucirse en este día tan señalado.
Con gran aplomo, Leonor reaparecía arropada por sus padres y su hermana con su uniforme azul oscuro y las insignias bien colocadas.
A destacar, los momentos de complicidad que ha compartido con su padre. Risas y confidencias que eran captadas por las cámaras y reflejan el fuerte vínculo que existe entre ellos.
La princesa de Asturias está construyendo una imagen seria, comprometida y sin estridencias, muy alineada con la de su padre.
Y su paso por las diferentes academias militares refleja su enorme compromiso por la Corona.
Leonor no está “jugando a ser princesa”, está entrenándose para ser reina.
El hecho de que se muestre cómoda en su papel —sin impostar, sin gestos forzados— ayuda a que su figura gane aceptación pública con discreción, preparación y ese saber estar que sorprende incluso a los más críticos.