La Academia General del Aire (AGA) blinda a la heredera: avión propio, mecánicos exclusivos y una teniente al mando para evitar cualquier percance que en pleno vuelo podría resultar fatal.

La Princesa Leonor, en San Javier el pasado 1 de septiembre.
El Ministerio de Defensa, en connivencia con la Casa Real y el Ejército del Aire y del Espacio, ha roto todos los protocolos en la Academia General del Aire (AGA) de San Javier para proteger a la Princesa Leonor.
En un movimiento sin precedentes, la heredera al trono dispondrá de un avión propio, algo que no sucede con ninguno de los cadetes que allí se forman.
El motivo es tan sencillo como inquietante: minimizar cualquier riesgo de accidente que pueda empañar —o incluso truncar— el futuro de la futura Jefa del Estado.
Lo normal en San Javier es que los alumnos roten entre distintos modelos de aeronaves, compartiéndolas según la disponibilidad.
Pero en el caso de la heredera de la Corona, como es absolutamente lógico, no habrá margen para improvisaciones.
Leonor tendrá un Pilatus asignado en exclusiva y con ello se garantiza un control absoluto sobre cada detalle del aparato.
Desde la revisión de motores hasta la calibración de los sistemas, todo pasará por un equipo de mecánicos designado únicamente para su aeronave.
Una suerte de “cortafuegos” que busca impedir cualquier contratiempo.
La medida ha causado impacto entre los propios cadetes, acostumbrados a un sistema donde la austeridad y la igualdad marcan el día a día.
Pero la explicación oficial es clara: la seguridad de la Princesa está por encima de cualquier otra consideración.
Un accidente aéreo sería un golpe devastador no solo para la monarquía, sino para la estabilidad institucional del país.
A este blindaje técnico se suma la decisión de Defensa de asignarle una instructora personal, tal y como informábamos este mismo miércoles en ESdiario. No se trata de cualquier perfil: su “jefa” en San Javier es la primera mujer piloto de Eurofighter en España.
Una teniente que tiene la misión de llevar a la Princesa Leonor al límite físico y mental, en un curso donde deberá condensar en un año lo que otros cadetes aprenden en varios.
El Ejército es consciente de que la heredera no llegó en estado óptimo de preparación, y de ahí que el acompañamiento sea tan estricto.
En privado, según fuentes consultadas por ESdiario, la Princesa ironiza sobre la dureza de su entrenadora y bromea con sus compañeros: “Odio a la teniente”, confiesa, aunque con un tono de cariño y respeto.
Una manera de sobrellevar la presión que supone ser tratada como una cadete más, mientras el aparato del Estado la envuelve con medidas de seguridad extraordinarias.
Con avión propio, mecánicos exclusivos y una instructora personal, la etapa de Leonor en la Academia del Aire se ha convertido en un despliegue de seguridad sin precedentes.
Defensa asume que el riesgo cero no existe, pero en este caso no se permiten ni siquiera las probabilidades.