Lo que está pasando con Yolanda Díaz no es solo una crisis política… es una operación silenciosa. ⚡️ En los pasillos de Sumar ya se habla de filtraciones, traiciones internas y movimientos que huelen a venganza. 💥 Lo que parecía una simple pérdida de apoyo podría ser una jugada calculada desde dentro, diseñada para apartarla justo antes de las elecciones clave. Nadie lo dice en voz alta, pero las señales están ahí: reuniones secretas, dimisiones inesperadas y un documento que —según fuentes cercanas— podría cambiarlo todo si sale a la luz. 👁️ ¿Se está derrumbando Sumar por errores… o porque alguien quiere verla caer?

La vicepresidenta de Sánchez pierde el aura de eficacia y ha despertado las alarmas en sus socios de Izquierda Unida o Catalunya en Comú
Durante años, Yolanda Díaz fue el rostro de la izquierda más pragmática, la dirigente capaz de convertir la tensión en diálogo y de transformar el desencanto en reformas tangibles.

Pero aquel perfil de ministra eficaz y líder carismática se ha ido diluyendo.

Hoy, en los pasillos del Congreso y en los círculos de la izquierda transformadora, la percepción es casi unánime: Díaz ha perdido el aura de eficacia que la distinguía.

El episodio vivido en el Senado ha sido el símbolo más evidente de ese desgaste.

En un intento de marcar perfil propio frente al PSOE, aseguró que en España seguirá el “gobierno de corrupción”.

La chanza ha sido de aúpa.

Y al día siguiente, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, se vio obligado a telefonear a la ministra socialista de Vivienda, Isabel Rodríguez, para disculparse.

Desde Sumar se había pedido su destitución tras la polémica de los contratos de Vivienda, pero el propio Urtasun reconoció en privado que el ataque había sido desafortunado pese a las dudas que existe en el espacio de Sumar sobre el trabajo de Rodríguez.

El gesto evidenció falta de coordinación interna y una contradicción profunda: el partido que pretendía abanderar la regeneración terminaba reculando ante su socio de Gobierno.

Un patinazo que deja cicatriz
En el PSOE no ocultan su irritación.

Varios dirigentes socialistas consideran que Díaz ha perdido el control de su espacio.

En los entornos de Sumar, la sensación no es muy distinta.

Las voces críticas reconocen que el episodio del Senado ha dejado a la vicepresidenta “descolocada” y con una imagen lejana a la eficacia.

Esa eficacia era, precisamente, el sello de Díaz. Su ascenso político se basó en la negociación de los ERTE durante la pandemia, las subidas del Salario Mínimo, la Reforma Laboral y en un discurso moderado que alcanzaba algunos espacios de poder a los que no accedía Podemos por su tono.

Hoy, sin embargo, la ministra de Trabajo parece más pendiente de apagar sus incendios que de marcar agenda.

Sumar, un proyecto que no despega
Los datos tampoco acompañan.

Sumar no remonta en las encuestas y se mantiene en niveles de apoyo similares —o incluso inferiores— a los de Podemos.

En la izquierda transformadora crece la percepción de que el proyecto se ha quedado sin relato ni energía.

Mujer rubia hablando en una conferencia con banderas de España y la Unión Europea al fondo

Las divisiones internas, las disputas territoriales y los abandonos —como el de Compromís— han dejado a la coalición en una posición frágil.

En los sondeos internos, Sumar apenas conservaría media docena de escaños si se celebrasen elecciones ahora.

“Con Podemos, el Gobierno funcionaba mejor”, se escucha en círculos próximos al ala más crítica.

No se trata de una reivindicación nostálgica del partido morado, sino de una comparación pragmática: aunque el tándem Iglesias-Sánchez resultó turbulento, mantenía un pulso político real con el PSOE.

Sumar, en cambio, parece haber renunciado a disputar poder y se limita a gestionar su supervivencia.

El caso Errejón y la fractura moral
A esa debilidad se suma el daño reputacional provocado por el caso Errejón.

La gestión tardía del escándalo de abusos sexuales que afectó al entorno del exlíder de Más País erosionó la credibilidad ética de Sumar.

La propia dirección reconoció que había actuado demasiado tarde.

En la izquierda social y feminista, esa autocrítica no bastó: muchas militantes consideraron que el partido había aplicado un doble rasero respecto a los principios que decía defender.

El golpe fue especialmente duro porque Sumar había construido su identidad sobre la idea de una política diferente, limpia y ejemplar.

Desde entonces, cada gesto de Díaz es observado con lupa.

Unai Sordo dice no
El intento de encontrar un relevo sólido también ha fracasado. Tal como adelantó El Debate y confirmó este medio, Unai Sordo, secretario general de Comisiones Obreras, ha rechazado encabezar Sumar en las generales de 2027.

La oferta partió directamente de Yolanda Díaz, que ya admite en privado la posibilidad de dar un paso atrás.

Sordo, que acaba de ser reelegido con el 96% de apoyo para un tercer mandato al frente del sindicato, no quiere implicarse.

Su negativa es una señal inequívoca: incluso dentro del espacio progresista más cercano, la confianza en la viabilidad de Sumar se ha evaporado.

Entre la estética y la estrategia
Uno de los episodios más comentados dentro de la izquierda crítica fue la presencia de Díaz en la gala del Premio Planeta.

En un momento en que el grupo mediático que organiza el certamen mantiene una línea editorial abiertamente hostil hacia la izquierda transformadora, su asistencia fue interpretada como un gesto de complacencia.

Ese tipo de decisiones refuerzan la sensación de desconcierto estratégico.

Sumar intenta parecer institucional y transversal, pero acaba pareciendo oportunista y sin brújula ideológica.

Díaz, que antaño encarnaba la moderación con propósito, hoy transmite ambigüedad y desgaste.

El espejismo de la regeneración
En sus últimas intervenciones públicas, la vicepresidenta ha insistido en que la legislatura necesita un reseteo y que el perdón no basta ante los casos de corrupción.

Pero su exigencia de ejemplaridad suena hueca cuando el propio partido que lidera no logra imponerse ni en una simple crisis parlamentaria.

Mujer rubia sonriendo con la mano apoyada en la barbilla y banderas de fondo

En el PSOE reconocen que Díaz ha perdido autoridad. En la izquierda transformadora admiten que ya no ilusiona.

Y en el electorado progresista, la figura de la ministra se diluye entre la burocracia gubernamental y el cansancio político.

Un liderazgo en duda
La dirigente gallega quiso ser la superadora del conflicto entre Podemos y el PSOE, pero ha acabado asumiendo un papel secundario en el propio gobierno que pretendía condicionar.

En política, la eficacia no se mide solo por los logros, sino por la percepción de poder.

Y hoy, la imagen de Díaz es la de una dirigente que ha perdido ambos.

Su partido no despega, sus aliados se marchan, sus socios la desautorizan y sus gestos —como el del Senado— se interpretan como síntomas de su ocaso político.

La pregunta que flota en el aire no es si Yolanda Díaz podrá recuperar su aura, sino si el personalista Sumar sobrevivirá a su desgaste.

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